Al igual que en el último lustro me ha dado por los vampiros y
llevo casi doscientas novelas leídas sobre seres sobrenaturales de la noche; y
anteriormente me dio por los egipcios y mesopotámicos, antiguos y actuales;
hace diez años estaba enfrascada en la cultura helénica y romana. De
la mano de Manfredi, Davis, Graves y otros tantos que no recuerdo, construí mi
personal visión de la época clásica. Me llamaron la atención sobre todo
las comidas y bebidas, tan mediterráneas, tan nuestras. Muchos platos han
sufrido pocos cambios en casi tres mil años, otros ya no los conocemos. Aprendí
a hacer, lo que en el siglo I era comida rápida, vendida en puestos callejeros:
carnes o pescados guisados con verduras y cereales, y envueltos en hojas de
parra, se comía todo. Prometo hacer en primavera, cuando las hojas de parra son
frescas (se pueden conseguir en salmuera en tiendas especializadas en
alimentación griegas, pero no me gustan tanto), mi versión utilizando arroz en
lugar de trigo.
Pero si algo me
llamaba la atención en las bacanales romanas era el vino. Vino que mezclaban
con agua, para poder beber sin embriagarse. Que refrescaban con nieve traída de
las montañas en verano. Pero especialmente el vino especiado con miel. Hice
varios intentos hasta que di con las medidas exactas. Y durante un par de años
de vez en cuando nos tomábamos una copita de vino con un cubito de hielo como
si fuera un licor. Todas las modas pasan y la del vino romano, como
lo llamábamos, también.
Hoy revisando la
despensa nos hemos encontrado con una botella olvidada durante diez años de
aquel vino. Mi chico con mucho cuidado, y paciencia que yo no tengo, lo ha
trasegado a una frasca de vidrio colándolo con una estameña, para que
no pasaran los posos que el tiempo le ha dejado y el resultado ha sido
espectacular. No puedo describir lo bueno que está, lo bien que le han sentado
esos diez años de oscuridad. El color tan bonito que tiene. La botella de la
izquierda es la original, se puede ver el poso y las dos varitas de canela.
He tenido que
rebuscar en mis notas para encontrar las medidas.
1 litro de vino
clarete del año
3 cucharadas
soperas de miel
1 cucharada sopera
de clavos de especia
2 varitas de
canela
Poner los
ingredientes en una botella de vidrio, agitar bien para disolver la miel, tapar
lo más hermético que se pueda y dejar en un lugar oscuro durante tres
meses, removiendo de vez en cuando. Se puede tomar caliente en invierno como un
ponche, enfriarlo en la nevera, o con hielo, o solo... Pero si tenéis paciencia
dejarlo varios años y veréis el resultado.
Intenté ser lo más fiel posible a las medidas e ingredientes de la
época. Utilice miel comprada un apicultor de mi pueblo, sin tratar, de esa que
es una masa dura y blanquecina pero que cuando la calientas se convierte en un
líquido espeso y dorado. Las especias las compré en la herboristería a la que
voy siempre que solo tiene productos ecológicos. Y usé vino clarete, porque
después de investigar mucho, era el que usaban los romanos para mezclar. Si
tenían una buena añada o vides mejores lo metían en tinajas de barro y lo
guardaban, no eran tontos esos romanos y no estaban tan locos como creía Obélix
;)
Como parte implicada, solo decir que fue una cena fantastica e inolvidable, donde no podria decir que estaba mas bueno.....TODO!!! Gracias por una noche inlvidable, donde el mejor ingrediente fue el cariño con el que nos trataron los anfitriones.
ResponderEliminarBsos V.